sábado, 20 de junio de 2009

mirada de turista en mi pueblo (1)

Caminando por la calle de Tacuba, Centro Histórico,
a esa hora en que el día ya no es, y la noche ya merito...
pero todavía no.

miércoles, 10 de junio de 2009

¡Alpinis!

Juro que no fue mi imaginación.
Los viajes pueden provocar otros 'viajes'. A veces el cansancio, la emoción, las coincidencias o hasta las obsesiones personales nos hacen ver algo que 'en realidad' no está ahí. Este no fue el caso. De niña me encantaba la caricatura de Heidi, pero eso no tuvo nada que ver...
Tampoco que alguna vez haya visto La novicia rebelde.

Vamos llegando a la estación de trenes de Trieste en la costa adriática de Italia. Es bastante noche y aún no sabemos cómo haremos para llegar al sitio de nuestro hospedaje. No se ve nadie a quien podamos preguntarle.

De pronto aparece frente a nosotros un señor panzón de unos 50 años. Tiene la cara roja, roja y seguro trae un par de tragos encima. Hasta ahí todo sería 'normal'. Pero, oye Mari, ¿estás viendo lo mismo que yo? ¿Te cae? ¡Guórale! Resulta que el señor en cuestión trae puestos: unos short shorts de color verde, calcetas blancas y estiradas, camisa blanca, tirantes y un gorro verde con una pluma en el costado (si se están imaginando uno tipo Robin Hood, van por el rumbo correcto). Además ¡no está solo! Trae a un amigo que... ¡está vestido del mismo modo!

Creo que decidimos no preguntarles a ellos cómo llegar a donde queremos. Digamos que tenían pinta de estar un poco más desubicados que nosotros ¿o no?

Continuamos nuestro trayecto. Tomamos un autobús y caminamos muchas cuadras entre el viento y la llovizna. Todavía faltan otras tantas para llegar a nuestro albergue, pero nos vemos obligadas a hacer un alto en el camino porque, de pronto, aparece frente a nosotros... ¿un señor panzón vestido como amigo de Heidi? Mmmh... no... ¡Es un campamento LLENO de señores y jóvenes vestidos como amigos de Heidi! Bueno, algunos traen jeans y camisas a cuadros azules, pero los gorros robinjudianos están omnipresentes. También están algunas de sus esposas, ellas sí, vestidas de un modo convencional.

No resistimos la curiosidad y nos acercamos a platicar con algunos de ellos. Así descubrimos que se trata de unos tales 'alpinis', un regimiento de montaña del ejército italiano. Esta es su reunión anual y han escogido Trieste como sede.

Alpinis hasta en la sopa
En los siguientes días nos acostumbramos a ver alpinis casi todo el día y en casi todos lados. Los vemos en la calle, el puerto, los parques, restaurantes, museos, tiendas, en la oficina de correos y cualquier lugar público que puedan imaginarse. Seguro ha de haber habido algunos en lugares no-públicos, pero no nos consta porque no fuimos a ninguno. Los vemos también en el castillo de Miramar, donde vivían Maximiliano y Carlota antes de venir a México. Y en todos esos sitios está presente su atuendo: símbolo de pertenencia y celebración de su comunidad y su relación con los Alpes. Su orgullo es evidente.

Alpini motorizado
Incluso vemos un auto vestido como alpini: con un gorro enorme, pluma incluída. Mi memoria jura que se trataba de un vocho, pero sospecho que eso sí ya es fruto de mi imaginación. Pero lo veo clarísimo: un vocho verde chícharo vestido de alpini. (¿Ven? A mi imaginación no le importa un chícharo que esos ya sólo existan aquí.)

Alpinis más allá de las fronteras
Después de un par de días dejamos atrás Alpinilandia y llegamos a Eslovenia. ¿Y qué encontramos en el primer pueblo al que llegamos...?
¡¿Noooooo?! Pues sí.

Tiempo después les cuento a los sicilianos (Alessandro y Ele) del alpini-encuentro en Trieste. No les llama la atención en lo absoluto. El año anterior habían estado en Catania... Oleiii, oleiiii, iiiiii...