viernes, 10 de julio de 2009

medio de transporte alternativo

Medios de transporte comunes al viajar son los buses, aviones, carros, trenes y barcos. También y antes que ningún otro: los propios pies, claro… En estos tiempos ya hay incluso algunos viajeros que van en naves espaciales. Pero esos no son todos, pues entre los medios de viaje más efectivos están, sin duda, los libros. Mi primo Omar tiene un conocido que ha viajado por todo el mundo sin salir de su país, nomás a través de los libros. Yo sé que suena a cliché, pero es cierto.

Según yo, en algunos casos los viajes en libro pueden ser los más sabrosos, pues no sólo se puede ir a otros espacios geográficos, también se puede ir a otros tiempos, vidas, universos y lógicas, reales o imaginados. Además también se puede ir a los mismos sitios que uno podría visitar ‘físicamente’, sólo que con algunas variantes (y no sólo me refiero al precio del chistecito...) Por ejemplo, los riesgos de cometer faux pas culturales o sentirse nostálgico o incomprendido son ¿mucho? menores. Del jet lag, en cambio, no se salva uno por completo, por aquello de que a veces la lectura también trastorna los ritmos habituales del sueño y la alimentación. Pero bueno, parece que estoy desviándome un poco de mi ruta original… ahora vuelvo hacia mi destino planeado…

Según mi memoria, mi primera ventana al mundo fue mi libro de Social Studies de 3°-4° de primaria. Recuerdo que hablaban de Rusia, Perú, Egipto y por supuesto Estados Unidos (así es el mundo que nos tocó…) Por primera vez tuve conciencia clara (as much as an 8 year-old can) de la vida en otras partes del planeta. Y me fascinó por completo. Me enteré que existían otros climas, otras ropas, otras comidas y formas de vivir. Tal vez antes podría haberlo escuchado o intuido, pero nunca lo había visto con tanta nitidez y contraste. [Por cierto que nos tocó exponerlo a los padres de familia y a otros grupos. Todos tuvimos que ir vestidos de morado porque la miss amaba ese color. Vayan ostedes a'veriguar...]

El asunto me resultaba novedoso: no se trataba ni de los cuentos ni de los relatos mitológicos que me contaba mi papá. Todo era real: eran personas como yo pero que no vivían como yo. Los lugares existían pero no se parecían a los que yo conocía. Fue padrísimo y la curiosidad que acompaña al tema todavía no se me termina. No creo (ni quiero) que lo haga nunca. Sigue siendo padrísimo.

Luego vendrían las imágenes de la revista National Geographic, pero esa, será otra historia…

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