viernes, 24 de julio de 2009

¿Pos qué no saben dónde estamos?

La mexicana intenta seguir durmiendo. La italiana, el francés y la otra italiana sucesivamente intentan que la mexicana deje de dormir. La mexicana resiste. Los europeos persisten. En una de esas hasta la española (que podría seguir durmiendo, pero ya se levantó) le sugiere a la mexicana que se levante de una buena vez. La mexicana se rinde y se levanta (sin despertar) mientras piensa en un gruñido somnoliento:

“¿Qué estos histéricos no tienen idea de dónde estamos?” (Claro que normalmente no considero histérico a ninguno de ellos, pero pues realmente tenía mucho sueño…)

Es invierno y nos encontramos en Río Gallegos, en la Patagonia argentina. Algunos del grupo seguiremos una ruta zigzagueante en pos de los pingüinos y, para ello, tenemos que empezar por tomar un autobús a las impúdicas 7 de la mañana. Son las 6:15. Ninguno de nosotros está lo suficientemente trastornado como para pensar en invertir tiempo en bañarse antes de salir. La terminal está a escasas 3 cuadras del hotel. No hay tráfico, ni manifestaciones, ni construcciones que obstruyan las vías, ni NADA que pudiera retrasar nuestra llegada (nótense los argumentos chilangos). ¿Mencioné que es invierno en la Patagonia? Estamos cerca de lo que los argentinos llaman “el culo del mundo”. ¿En serio creen que necesitamos llegar media hora antes a la terminal?

Supongo que podría comprenderse la preocupación de Bárbara, Bertrand, Luisa y Laura, pues el autobús en cuestión sólo sale una vez cada tercer día y si lo perdemos, estaremos en serios apuros. Así que ni cómo hacerlos cambiar de idea. Llegamos a las 6:40 a la terminal. Pero, ¿cómo les explico que no era necesario? ¿Cómo los convenzo de que el chofer no va a dejar a los 8 pasajeros que ya compraron boleto? Y tampoco a los 3 ó 4 ó 6 que aún no lo compran...

El edificio está cerrado. El autobús todavía no llega al andén. No hay nadie más que nosotros. Como yo entiendo mejor las implicaciones de nuestras coordenadas, instalo mi mochila como almohada sobre una banca de cemento y me dispongo a dormir a pesar del frío. Calculo que tendré por lo menos otra media hora... Mientras, los pasajeros locales van llegando de a poco y más adelante lo hace el autobús. Los europeos miran el reloj con cara de consternación. (¡No me quiero ni imaginar qué hubiera sucedido si se hubiera tratado de suizos o alemanes! Mein Gott!) El chofer se baja y platica con el encargado de los boletos. Saluda a algunos de los otros pasajeros. Va por un café. Seguramente también va al baño (el león cree que todos son de su condición). Pregunta al encargado a cuántos más esperan. Siguen charlando.

Finalmente, el autobús emprende la marcha por ahí de las 7:25.
Los europeos siguen teniendo cara de pregunta.
Yo, por supuesto, sigo teniendo cara de sueño...

P.D. Sin embargo, parece haber casos peores de desubicación latitudinal: Además de nosotros y un par de inglesas hospedadas en el mismo hotel, sólo sabemos de un turista más en el área. Un australiano. En su casa de campaña. En un terreno medio baldío. En la Patagonia. En invierno.
¿Será que tendría descompuesto el termostato el muchacho?

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