miércoles, 2 de diciembre de 2009
domingo, 15 de noviembre de 2009
tour vía Acordeón & Cía.
Compas de viaje.- Caminando por la calle había visto un póster del evento. Anunciaba que el acordeonista regio estaría acompañado de otros músicos o cantantes, entre ellos: Natalia Lafourcade, Pato de Control Machete, Benny Ibarra, Alex Lora y Eugenia León... Sonaba a que sonaría muy bien ¿no?
Upgraded seats.- Desafortunadamente el auditorio no se llenó ('desafortunadamente' para los que no llegaron, como con razón lo diría el Alex Lora, aunque en un lenguaje un poooco más florido...) Así que, como en un upgrading de economic coach a First class (que nunca me ha sucedido fuera del Auditorio Nacional), mi boleto de gayolísima se convirtió en uno de abajo.
Inicio del viaje.- Todo rico. Celso anima a la raza de compas chilangos con comentarios simpáticos pero sobretodo con su música. Aunque el Auditorio Nacional no es el lugar más apropiado para bailar, varios de los asistentes lo intentamos de algún modo. También hay quien canta, pero no muchos. Yo la verdad no me sé las canciones, así que nomás repito uno que otro corito.
Incidente inesperado.- Estamos como a la mitad del desfile de invitados cuando Don Celso anuncia el gran honor que siente al recibir en el escenario a una señorona... Ha llegado la hora de Eugenia, pienso... De qué tamaño será entonces mi sorpresa cuando ¡Señoras y Señores, con ustedes: Laura León! Yo todavía no acabo de creerme el tamaño de mi equivocación cuando ella ya está en pleno y enjundioso 'canto'...
¡¿Q-Qu-Quéeee?! ¡Ah, no! ¡Aquí hay gato encerrado y nos están haciendo los tamales de chivo! (gato y chivo con sendo dolor de pa-a-a-anza). Oh Lord! Una cosa es ver la súper divertida imitación de la amiga Vero de mi amiga Haydee y otra bien distinta estar esperando a Eugenia León y recibir a 'la tesorito'. Imagino que ha de ser como si compraras una supuesta artesanía y más tarde encontaras la etiquetita de 'made in China'.
Pos ya ni qué hacer. Al final me da risa, de mí misma sobre todo... Algo he de aprender de esto (por lo pronto aprender a leer, no sería mala idea). Empiezo a quererme convencer de que algún valor sociológico ha de tener la experiencia (como hizo mi madre cuando se fue a meter a un concierto de Guns n' Roses). Observo a los otros viajeros, la mayoría de los cuales tampoco se ve tan feliz como en las otras melodías (salvo un par de excepciones que bailan igualito que la Lauris).
Continuación del camino.- Una vez superado el bache, seguimos la excursión. En una de esas, Celso Piña presenta a otra gran figura invitada: nada más y nada menos que a Eugenia León. ¡¿Oh, por fín?! ¿O sea que siempre sí se leer? (¡Qué alivio!) Interpretan una baladita que no está nada mal, pero la verdad tampoco está tan movidita como el tono generalizado del concierto. Se me antojaba que hubieran hecho una versión de La Cumbancha de Agustín Lara. Hubiera sido muy sabroso, oiga usted...
Highlights del viaje.- Partiendo de mi poco conocimiento del género de 'la cumbia acordeona' y del repertorio celsopiñeiro, la verdad es que no tengo expectativas particulares sobre las canciones del evento. Así que me llevo varias y (estas sí) muy gratas sorpresas cuando escucho y hasta puedo cantar: Hasta siempre (Comandante Che Guevara), Macondo, Aunque no sea conmigo (faltó Rita Cantalagua), y dos veces la Cumbia sobre el río. Las que cantó y tocó con Alex Lora y Benny Ibarra (que hasta vestido de hot pink se ve rete-hot) también estuvieron chidas. O sea, que en general me la pasé muy chévere en este viajecito en acordeón. Ahora sí (gracias a Andrea) ya hasta me conseguí un disco =)
Dato curioso.- Dice Celso Piña que nunca ha estado en Colombia... ¿y eso como por qué, oiga? Yo que no que creo que se necesiten grandes pretextos p'agarrar camino, no alcanzo a entender cómo alguién que ha dedicado 30 años a la música colombiana dice nunca haber pisado suelo colombiano. Aunque bueno, con la música también se viaja... Pero aún así, ¿no? ¿Y siquiera habrá probado las arepas?
jueves, 12 de noviembre de 2009
"...andarán de vacaciones"
Lo anterior coincide con que hoy me anda danzando en la cabeza esa canción de un Serrat mirando el techo despintado que dice (la canción dice, no el techo) "pero hoy las musas han pasa'o de mí... andarán de vacaciones"
Si bien mis debrayes no son realmente materia de la que se ocupen las (imagino) muy selectivas musas, definitivamente sí hay algo de inspiración involucrada en esto de que mis ideas, disfrazadas de palabras y peinadas con algo de desvergüenza, salgan a dar la vuelta por esta ignota pl@cita del ciberespacio.
Así que... nada... Me pregunto por qué no han venido a visitarme las ideas, los recuerdos, las imágenes, las obsesiones, figuraciones y ocurrencias ociosas, las suposiciones, las ganas de escribir...
¿Se habrán perdido en un montón de palabras gastadas? ¿Se habrán quedado colga'as en las alturas? ¿Se habrán fugado con una niña que iba en bicicleta? ¿No hacen más que rascarse la cabeza? ¿O... andarán de vacaciones?
Por cierto, a mi estómago no le iría nada mal una tacita de chocolate.
jueves, 5 de noviembre de 2009
Un Eco y un salmón
De hecho recomiendo el libro completito, que a mí me parece de lo más divertido. En español se llama: El segundo diario mínimo. Yo lo tengo pero en inglich (How to Travel with a Salmon and other essays)
Además de viajes, la anécdota también tiene que ver con cómo se hacen los chismes... ¿Qué Umberto Eco bebe más de la cuenta? ¿Y de gorra además? ¿A poco?
martes, 29 de septiembre de 2009
Escala de (frustrados) grises parisinos
Si usted en cambio, alguna vez ha recibido una postal de París en la que el cielo aparece blanco o gris, puede sentirse aún más afortunad@: alguien que le quiere le ha enviado una imagen más precisa de cómo es en realidad la ciudad luz.
A enorme diferencia de las más ordinarias tarjetas postales parisinas, el cielo de París es triste, de una melancolía constante que fluctúa entre el blanco grisáceo y el gris azuloso o negruzco. Lo anterior me lleva a pensar que, así como dicen que los esquimales distinguen dentro de nuestro ‘blanco’ una gama de 9 colores distintos, los parisinos podrían tener por lo menos 9 términos diferentes para designar el rango de grises que despliega su cielo la mayor parte del año. (Quien sólo haya visto París en verano, muy probablemente no coincidirá conmigo, pero vayan alguno de los otros 270 y pico días…)
De acuerdo a lo que aprendí alguna vez en la escuela, pero sobretodo en base a la experiencia directa y empapada, las nubes grises presagian lluvia… Pero resulta que en París, aun con todos sus días de nubes de todos los grises, no llueve mucho. No sabe llover. O por lo menos a mí así se me figuraba, habiendo crecido en un lugar de semi-tropicales tormentas veraniegas…
Recuerdo que cuando era pequeña, había una clara y ‘ordenada’ estación de lluvias en mi ciudad (Es decir, poco antes de que fuera cotidiana e innegablemente evidente que nuestra destrucción del planeta ha influido drásticamente hasta en longevas tendencias climatológicas). Y en esta temporada de lluvias los cielos no siempre eran grises. El cielo podía ser azul brillante como hasta por ahí del medio día, y luego, de repente (pero lo que se dice ‘de repentísimo’) se ponía inminentemente tormentoso. En cuestión de minutos comenzaba el diluvio, que duraba quizá un par de horas. Cuando terminaba el aguacero, sus nubes se retiraban tal como habían aparecido: así nomás, sin siquiera despedirse. Y así, como si nada hubiera pasado, como si no acabara de caerse una buena parte del cielo, volvía a brillar el sol en un fondo azul intenso.
Imagínense pasar de acabar muchas veces ‘hecha una sopa’ en cuestión de minutos, a los ligeros chipi-chipis por aquí y por allá, esparcidos en un espacio de tiempo que a veces parecía eterno. La presencia incansable de la de humedad, cuya amenaza nunca se convertía en franca ‘mojadez’, me hacía pensar más de lo normal en la fortuna de no padecer ‘de las riumas’. De ahí que yo llegara a la poco halagadora conclusión de que el de París, es un cielo frustrado: quiere llover y no puede.
Supongo que París, tan soberbia y presumida ciudad, no estaría de acuerdo con mi comentario, mucho menos lo apreciaría… si le importara… En realidad a París, dada su altivez, mi opinión (o la de cualquiera) sobre sus cielos le es total y absolutamente irrelevante... C'est-à-dire: elle s'en fout. Seguro confía en lo que sabe tiene de admirable más allá de si su cielo amanece gris, verde o café. Supongo que a sus retratistas tampoco les molesta el citado cielo negriblanco de escasísima lluvia. Finalmente Lutecia sigue siendo una meca para muchos pintores.
Por cierto que Claude Monet tiene una serie de cierta catedral (Rouen? Notre Dame?) en la que, como podrán imaginarse tratándose de un impresionista, se notan claramente los matices de luz gris en el cielo y sus reflejos sobre la catredral. En algún museo están expuestas juntas 3 de estas pinturas… Musée d’Orsay si no me equivoco…
A partir de la lectura de Astérix un día se me ocurrió que tal vez en otras partes de Francia tampoco sabe llover en forma, de otro modo los irreductibles galos no tendrían tanto miedo de que el cielo les cayera sobre la cabeza ¿o no? (¡¿qué tal el rigor científico de mis hipótesis, eh?! ¡já!) Sin embargo una vez en Marsella sí me tocó un orage digno de tal nombre y que no tenía nada que envidiarle a la más chucha cuerera de las tormentas tropicales…
Tal vez este hecho natural de París me causó tanto impacto debido a que antes no tenía idea de que así fuera. En cambio, cuando en mi primera vista a Londres me tocaron dos y medio días de sol, me sentía como si hubiera ganado la lotería. Aunque qué bueno que lloviznó siquiera medio día, si no me hubiera dado por timada… (btw, ¿No sería maravilloso ir a Santiago de Chile un singularísimo día claro para ver la cordillera desde la ciudad?) En fin, no cabe duda que nuestras expectativas determinan buena parte de nuestra apreciación de lo vivido.
PD con dedicatoria:
Si usted, en vez de recibir una postal de París desde París, ha recibido una postal con una lechuga de laboratorio (que no es cualquier lechuga ¿eh?), un soldado chino junto a un submarino, o una modelo con un vestido azul cielo y otro rosita ¡puagh! con peluche, puede sentirse muy afortunad@: una amiga ociosa que le quiere un chorro le ha enviado una imagen muy poco común (y se ha divertido bastante con el asunto).
miércoles, 9 de septiembre de 2009
martes, 1 de septiembre de 2009
ni modo, lo tengo que presumir...
Ya instaladas en el tema y dada la confianza existente, yo pregunté "¿alguna vez les presumí que ví a Quino en una feria del libro?" A lo cual Ruth me contestó que no...
¡¿Noo?! ¡¿Cómo puede ser eso?! Y no es que piense que se deba de ir por la vida alardeando, pero de repente hay oportunidades, coincidencias, circunstancias, ideas, etc. que, aunque uno no quisiera, no queda de otra: hay que presumirlas. Y pues ni modo, ahora me toca a mí... (Me cuesta trabajo creer que no lo haya hecho antes.)
El evento que da marco a esta historia es una espaciosa feria del libro en Buenos Aires. Digo espaciosa porque recuerdo que eso me llamó la atención: a pesar de que el despliegue bibliográfico era muy vasto, los invitados ilustres bastante atractivos y por ende los asistentes muchos, nunca sentí el atiborramiento que a veces caracteriza a las ferias a las que he tenido chance de ir en México D.F. o incluso Guadalajara. (Aunque ahora que lo escribo pienso que no debería de haberme sorprendido tanto, finalmente lo mismo aplica si se comparan ambos países en algunos niveles).
Entre los invitados que he decidido llamar ilustres y atractivos se encontraba nada más y nada menos que Don Joaquín Salvador Lavado, Quino pa' los cuates... O para los que sentimentalmente nos identificamos como tales a partir de la edificante y formativa lectura de sus tiras cómicas, en particular las de los entrañabilisisisísimos Mafalda, Libertad y anexos.
Desafortunadamente el buen Quino no tenía planeada una conferencia o entrevista en esa ocasión, sino sólo una firma de autógrafos (no se puede tener todo lo que uno quiere para sí en la vida, aunque Guille y Susanita tal vez no estarían de acuerdo). La fila era larga y el genial autor-dibujante se veía un poco cansado, pero aun así parecía tomarse algo de tiempo para conversar con sus admiradores. Ocasionalmente daba tragos a una lata de cerveza ¿Quilmes, supongo?
Finalmente llegó mi turno. Después del saludo me preguntó mi nombre, pero no me entendió la primera vez (ya saben, mi impecable dicción...), así que le dije "Judith, como la cortacabezas" (esa fue la primera de muchas veces que me he presentado así, evidentemente eran otros tiempos). A él eso le causó mucha gracia y se rió abiertamente. Luego me preguntó que si ya le había cortado la cabeza a alguien. Yo respondí "Pues no, porque todavía no se me ha aparecido ningún Holofernes". Esta respuesta le dió todavía más risa que la anterior.
Yo presenté a firma una postal y un libro. En la postal sale él con un dibujo de Mafalda. Me comentó que nunca había entendido por qué en esa foto aparece bizco si no lo está, y tampoco por qué habían decidido publicarla así. Yo realmente no supe qué contestarle, aunque en efecto, no está bizco (si lo estuviera, menos habría sabido qué decirle, figúrense...) En cuanto al libro, me hubiera encantado que me firmara un Todo Mafalda, pero mi presupuesto definitivamente no daba para dicho gasto. Así que compré mi primer libro de Quino no-Mafalda, felizmente intitulado Humano se nace.
He aquí dos recuerdos tangibles de ese mini-encuentro escritor-lectora:

Macanudísimo ¿a poco no? (y también debo de tener alguna foto en algún cajón)
Pero más presumible aún, como me dijera mi amigo Julio César: "¡Wow! ¡Hiciste reír a Quino!"
Es algo así como 2 de cal por aproximadamente 8'984,075 de arena.
P.D. Acabo de descubrir que ahora ya hay un sitio "oficial" de Quino- http://www.quino.com.ar/
lunes, 24 de agosto de 2009
imagen triste
Vamos caminando en sentidos opuestos por los portales de una plaza de Pátzcuaro. Lo veo acercarse y me recuerda a una de esas imágenes de los Zapatistas originales retratados varias décadas después. Me encantaría tomarle una foto, pero no me parece correcto. Así que sólo me le quedo viendo: el cuadro me resulta irresistible y pretendo almacenarlo en mi memoria.
Él, naturalmente, asume que estoy interesada en su mercancia. Se le ilumina la mirada y me la ofrece con amable insistencia. A mí entonces me invade la vergüenza. No tengo ningún uso para 'aventadores' de palma y creo que no me los hubiera ofrecido de no haber sido por mi impertinente observación. ¿Qué hacer? ¿Debería seguir el ejemplo de mi padre que frecuentemente compraba quién sabe qué tanta cosa "nomás por ayudar"? De verdad que no lo sé...
Así que sólo le sonrío apenada y lo miro a los ojos mientras le agradezco la oferta con una sincera disculpa. Imagino que mi cara reflejaba mi pesar. Él parece apreciar el detalle, sonríe francamente y me da las gracias antes de continuar su camino resignado. Yo sigo el mío, resignado también.
Un poco antes había escuchado a miembros de una organización de artesanos preguntarse cómo harían para pagar los recibos de agua y luz de los locales que ocupan (junto a unos que están cerrados). Más tarde, en otra zona de la ciudad, me detengo a apreciar una blusa de manta bordada pero no la compro. El desencanto de la marchanta es mucho mayor y más evidente que lo "normal".
Por ahí dije que no me metería en política, pero hoy ví a Pátzcuaro vestido de crisis (como alguna vez Mafalda) y un poco desesperado. La tristeza y el coraje resultan inevitables...
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A propósito de los últimos Zapatistas, va una recomendación de mi amigo Julio C. que aquí hago propia: http://www.youtube.com/watch?v=CdIiMu9Qt4s
sábado, 22 de agosto de 2009
joya cholulteca...
viernes, 24 de julio de 2009
¿Pos qué no saben dónde estamos?
“¿Qué estos histéricos no tienen idea de dónde estamos?” (Claro que normalmente no considero histérico a ninguno de ellos, pero pues realmente tenía mucho sueño…)
Es invierno y nos encontramos en Río Gallegos, en la Patagonia argentina. Algunos del grupo seguiremos una ruta zigzagueante en pos de los pingüinos y, para ello, tenemos que empezar por tomar un autobús a las impúdicas 7 de la mañana. Son las 6:15. Ninguno de nosotros está lo suficientemente trastornado como para pensar en invertir tiempo en bañarse antes de salir. La terminal está a escasas 3 cuadras del hotel. No hay tráfico, ni manifestaciones, ni construcciones que obstruyan las vías, ni NADA que pudiera retrasar nuestra llegada (nótense los argumentos chilangos). ¿Mencioné que es invierno en la Patagonia? Estamos cerca de lo que los argentinos llaman “el culo del mundo”. ¿En serio creen que necesitamos llegar media hora antes a la terminal?
Supongo que podría comprenderse la preocupación de Bárbara, Bertrand, Luisa y Laura, pues el autobús en cuestión sólo sale una vez cada tercer día y si lo perdemos, estaremos en serios apuros. Así que ni cómo hacerlos cambiar de idea. Llegamos a las 6:40 a la terminal. Pero, ¿cómo les explico que no era necesario? ¿Cómo los convenzo de que el chofer no va a dejar a los 8 pasajeros que ya compraron boleto? Y tampoco a los 3 ó 4 ó 6 que aún no lo compran...
El edificio está cerrado. El autobús todavía no llega al andén. No hay nadie más que nosotros. Como yo entiendo mejor las implicaciones de nuestras coordenadas, instalo mi mochila como almohada sobre una banca de cemento y me dispongo a dormir a pesar del frío. Calculo que tendré por lo menos otra media hora... Mientras, los pasajeros locales van llegando de a poco y más adelante lo hace el autobús. Los europeos miran el reloj con cara de consternación. (¡No me quiero ni imaginar qué hubiera sucedido si se hubiera tratado de suizos o alemanes! Mein Gott!) El chofer se baja y platica con el encargado de los boletos. Saluda a algunos de los otros pasajeros. Va por un café. Seguramente también va al baño (el león cree que todos son de su condición). Pregunta al encargado a cuántos más esperan. Siguen charlando.
Finalmente, el autobús emprende la marcha por ahí de las 7:25.
Los europeos siguen teniendo cara de pregunta.
Yo, por supuesto, sigo teniendo cara de sueño...
P.D. Sin embargo, parece haber casos peores de desubicación latitudinal: Además de nosotros y un par de inglesas hospedadas en el mismo hotel, sólo sabemos de un turista más en el área. Un australiano. En su casa de campaña. En un terreno medio baldío. En la Patagonia. En invierno.
¿Será que tendría descompuesto el termostato el muchacho?
viernes, 10 de julio de 2009
medio de transporte alternativo
Según yo, en algunos casos los viajes en libro pueden ser los más sabrosos, pues no sólo se puede ir a otros espacios geográficos, también se puede ir a otros tiempos, vidas, universos y lógicas, reales o imaginados. Además también se puede ir a los mismos sitios que uno podría visitar ‘físicamente’, sólo que con algunas variantes (y no sólo me refiero al precio del chistecito...) Por ejemplo, los riesgos de cometer faux pas culturales o sentirse nostálgico o incomprendido son ¿mucho? menores. Del jet lag, en cambio, no se salva uno por completo, por aquello de que a veces la lectura también trastorna los ritmos habituales del sueño y la alimentación. Pero bueno, parece que estoy desviándome un poco de mi ruta original… ahora vuelvo hacia mi destino planeado…
Según mi memoria, mi primera ventana al mundo fue mi libro de Social Studies de 3°-4° de primaria. Recuerdo que hablaban de Rusia, Perú, Egipto y por supuesto Estados Unidos (así es el mundo que nos tocó…) Por primera vez tuve conciencia clara (as much as an 8 year-old can) de la vida en otras partes del planeta. Y me fascinó por completo. Me enteré que existían otros climas, otras ropas, otras comidas y formas de vivir. Tal vez antes podría haberlo escuchado o intuido, pero nunca lo había visto con tanta nitidez y contraste. [Por cierto que nos tocó exponerlo a los padres de familia y a otros grupos. Todos tuvimos que ir vestidos de morado porque la miss amaba ese color. Vayan ostedes a'veriguar...]
El asunto me resultaba novedoso: no se trataba ni de los cuentos ni de los relatos mitológicos que me contaba mi papá. Todo era real: eran personas como yo pero que no vivían como yo. Los lugares existían pero no se parecían a los que yo conocía. Fue padrísimo y la curiosidad que acompaña al tema todavía no se me termina. No creo (ni quiero) que lo haga nunca. Sigue siendo padrísimo.
Luego vendrían las imágenes de la revista National Geographic, pero esa, será otra historia…
sábado, 20 de junio de 2009
mirada de turista en mi pueblo (1)
miércoles, 10 de junio de 2009
¡Alpinis!
Los viajes pueden provocar otros 'viajes'. A veces el cansancio, la emoción, las coincidencias o hasta las obsesiones personales nos hacen ver algo que 'en realidad' no está ahí. Este no fue el caso. De niña me encantaba la caricatura de Heidi, pero eso no tuvo nada que ver...
Tampoco que alguna vez haya visto La novicia rebelde.
Vamos llegando a la estación de trenes de Trieste en la costa adriática de Italia. Es bastante noche y aún no sabemos cómo haremos para llegar al sitio de nuestro hospedaje. No se ve nadie a quien podamos preguntarle.
De pronto aparece frente a nosotros un señor panzón de unos 50 años. Tiene la cara roja, roja y seguro trae un par de tragos encima. Hasta ahí todo sería 'normal'. Pero, oye Mari, ¿estás viendo lo mismo que yo? ¿Te cae? ¡Guórale! Resulta que el señor en cuestión trae puestos: unos short shorts de color verde, calcetas blancas y estiradas, camisa blanca, tirantes y un gorro verde con una pluma en el costado (si se están imaginando uno tipo Robin Hood, van por el rumbo correcto). Además ¡no está solo! Trae a un amigo que... ¡está vestido del mismo modo!
Creo que decidimos no preguntarles a ellos cómo llegar a donde queremos. Digamos que tenían pinta de estar un poco más desubicados que nosotros ¿o no?
Continuamos nuestro trayecto. Tomamos un autobús y caminamos muchas cuadras entre el viento y la llovizna. Todavía faltan otras tantas para llegar a nuestro albergue, pero nos vemos obligadas a hacer un alto en el camino porque, de pronto, aparece frente a nosotros... ¿un señor panzón vestido como amigo de Heidi? Mmmh... no... ¡Es un campamento LLENO de señores y jóvenes vestidos como amigos de Heidi! Bueno, algunos traen jeans y camisas a cuadros azules, pero los gorros robinjudianos están omnipresentes. También están algunas de sus esposas, ellas sí, vestidas de un modo convencional.
No resistimos la curiosidad y nos acercamos a platicar con algunos de ellos. Así descubrimos que se trata de unos tales 'alpinis', un regimiento de montaña del ejército italiano. Esta es su reunión anual y han escogido Trieste como sede.
Alpinis hasta en la sopa
En los siguientes días nos acostumbramos a ver alpinis casi todo el día y en casi todos lados. Los vemos en la calle, el puerto, los parques, restaurantes, museos, tiendas, en la oficina de correos y cualquier lugar público que puedan imaginarse. Seguro ha de haber habido algunos en lugares no-públicos, pero no nos consta porque no fuimos a ninguno. Los vemos también en el castillo de Miramar, donde vivían Maximiliano y Carlota antes de venir a México. Y en todos esos sitios está presente su atuendo: símbolo de pertenencia y celebración de su comunidad y su relación con los Alpes. Su orgullo es evidente.
Alpini motorizado
Incluso vemos un auto vestido como alpini: con un gorro enorme, pluma incluída. Mi memoria jura que se trataba de un vocho, pero sospecho que eso sí ya es fruto de mi imaginación. Pero lo veo clarísimo: un vocho verde chícharo vestido de alpini. (¿Ven? A mi imaginación no le importa un chícharo que esos ya sólo existan aquí.)
Alpinis más allá de las fronteras
Después de un par de días dejamos atrás Alpinilandia y llegamos a Eslovenia. ¿Y qué encontramos en el primer pueblo al que llegamos...?
¡¿Noooooo?! Pues sí.
Tiempo después les cuento a los sicilianos (Alessandro y Ele) del alpini-encuentro en Trieste. No les llama la atención en lo absoluto. El año anterior habían estado en Catania... Oleiii, oleiiii, iiiiii...
jueves, 23 de abril de 2009
con la cabeza entre las nubes
¡Las nubes! ¡Estamos en medio de las nubes!
En efecto, Cuetzalan está en lo alto de aquel cerro que veíamos por el camino, ese con la cabeza entre las nubes. Así que ahora sabemos lo que se siente estar en medio de éstas: hace frío y evidentemente está muy húmedo el asunto. De hecho, al cabo de un par de días en el área podría concluir que ahí, cuando tu ropa no está húmeda, está mojada; y cuando no está ni húmeda ni mojada, entonces está empapada, incluyendo los zapatos. (Admito que esto tiene más que ver con eso de meterse completamente vestida a la cascada cercana que con la neblina, pero aún así...)
Claro está que las nubes no son permanentes, pues su movimiento sí lo es. Van y vienen siguiendo un ritmo impredecible, generalmente lento y repentinamente apresurado. Con ello las construcciones —naturales y humanas— aparecen y desaparecen, unas veces por completo y otras dejando en su lugar a fantasmas que se les parecen. En cualquiera de los casos, desde las calles empinadas del pueblo las vistas son frecuentemente misteriosas y siempre hermosísimas.
Por eso creo que Cuetzalan es un pueblo contemplativo. Seguro que un lugar en donde de pronto todo se vuelve un espectro (incluyéndote a ti mismo) debe darte una perspectiva diferente.
domingo, 12 de abril de 2009
wanderlust
Lo que se debe a los genes...
Me cuentan que cuando mi abuelita sentía que iba a enfermarse, esquivaba el malestar yéndose a "ranchear". O sea, se iba a pasear por los pueblos y ranchos vecinos a visitar a su familia y "amistades" y en el proceso se aliviaba.
Y así, podría contar historias equivalentes de varios en mi familia.
Pero pues los puros genes a veces no bastarían.
Lo que se debe a las circunstancias...
Mmmh... la verdad es que no creo que venga al caso contarlas todas. Baste decir que van desde no haber tenido hermanos (que preferiría sí tener) hasta la suerte con algunas becas y la disposición para acoplarme a diversas condiciones de vida y viaje.
Comoquiera sí hay una anécdota interesante que podría rescatar:
Cuando mi madre y su hermana mayor eran muy jóvenes ganaron una beca para ir a estudiar a Bélgica... pero mi abuelo no les dió permiso de ir. Acostumbrado a escuchar las noticias en el ENORME radio de la sala, estaba al tanto de lo que sucedía en el mundo en los albores de la guerra fría. La segunda guerra mundial tendría apenas unos 11 años de haber terminado. ¿Y si a los europeos, estaudounidenses y/o rusos les daba por entrematarse nuevamente mientras sus hijas estaban allá? ¡Ni lo mandara Dios!
Así que no fueron y como consecuencia de esa oportunidad perdida, a mí me dieron las facilidades para ir a donde me llamara la vida desde relativamente pronto. Y pues ahora me las sigo procurando yo. Creo que algo tiene de destino.
¿De dónde viene y de qué va este blog?
El libro en cuestión contiene una considerable cantidad de referencias culturales que lo hacen poco accesible para los que no sabemos gran cosa de literatura, arte, historia, (ni de nada, en realidad, but that's besides the point). Aún así me ha gustado (lo que le alcanzo a entender, that is.) Entre otras cosas, me gusta que retrata instantes, anécdotas, atmósferas, ideas y sentimientos. O sea que también incluye viajes interiores. Y todo 'así nomás', sin necesidad de un orden o lógica aparentes y restrictivos.
Y ahí estuvo mi 'epiphany': puedo escribir fragmentos, debrayes, o lo que sea que me dé mi gana. Suena obvio, pero antes de ese día para mí no lo era tanto. Lo de hacerlo en blog se debe a que en un par de cursos me enseñaron a bloggear. Ocurrióseme que este formato sería el adecuado para escribir y tal vez compartirlo. Y pues 'aquí' estoy. Creo que también incluiré 'viajes' de otros estilos. Veremos.
Me encantaría que este blog fuera escrito colectivamente. Entre las personas que me son cercanas hay varias que viajan mucho más que yo (física y mentalmente) y que seguro tienen cosas bien interesantes que contar, pero dudo mucho que tengan ganas de ponerse a escribirlas. ¿O alguién más se anima?
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Reseña de los Cuadernos de Viaje de Julieta Campos (En Letras Libres)



